Sobre Nosotros

La Iglesia Episcopal es una parte de la Iglesia Cristiana y como tal ha tenido una existencia continua, ininterrumpida desde que Cristo fundó su Iglesia.

Forma parte de la Comunión Anglicana Mundial, la cual es una de las grandes ramas de la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica. La Comunión Anglicana cuenta en la actualidad con más de 80 millones de miembros.

Es también una Iglesia reformada. Esto se debe a que durante el siglo XVI, cuando la Iglesia en Inglaterra se separó de la autoridad del Obispo de Roma, se realizaron varias reformas, tales como: volver a las Sagradas Escrituras como regla de fe, hacer los oficios de culto en el vernáculo y abolir el celibato obligatorio.

Misión:

Hacemos visible el Reino de Dios, proclamando con palabra y testimonio el Evangelio de Cristo, formando un discipulado comprometido al servicio de la Iglesia, la sociedad y la creación, conforme a la Tradición Anglicana e inspirados por el Espíritu Santo

 

Visión:

Ser una Iglesia dinámica, inclusiva y espiritual que interprete los signos de los tiempos con gozo y esperanza en nuestro Puerto Rico.

 

Valores:

• Amor

• Compasión

• Honestidad

• Humildad

• Integridad

• Justicia

• Respeto

• Solidaridad

La Iglesia fue fundada por nuestro Señor Jesucristo. Ya para el año 200, ésta se había extendido más allá de los confines del Imperio Romano. En el Concilio de Arles, celebrado en el año 314, estaban presentes tres obispos británicos. Las Comunidades Celtas en las Islas Británicas con sus famosos monasterios fueron fundados por misioneros pre-romanos.

Luego de la invasión de los bárbaros (anglo y sajones) estas comunidades celtas que sobrevivieron se unieron con San Agustín de Cantórbery el cual fue un obispo misionero enviado desde la Iglesia de Roma. Así continuó la evangelización de Inglaterra hasta formar una Iglesia nacional. Esta Iglesia individida e íntegra ha llegado hasta hoy.

¿Fue la Iglesia de Inglaterra fundada por Enrique VIII en el siglo XVI? No, de ninguna manera. La Iglesia de Inglaterra existía mucho antes de Enrique VIII. Era parte de la Iglesia antes de que hubiesen divisiones. Durante casi mil años después del año 664 en que llegó San Agustín, la Iglesia estuvo bajo la autoridad del Papa. Antes de Enrique VIII hubo muchas protestas, incluyendo la «Carta Magna» de 1215 la cual establece que «La Iglesia de Inglaterra será libre.»

Durante la época de la Reforma en el Siglo 16 la Iglesia de Inglaterra rechazó las excesivas presunciones del papado a la autoridad sobre Inglaterra y su Iglesia. Al hacer esto, sin embargo, no rechazó la fe católica y apostólica que siempre ha mantenido, así como los credos católicos históricos y el triple ministerio de obispos, presbíteros y diáconos.

La razón que nuestra iglesia se llame episcopal es que mantiene el antiguo orden episcopal en su ministerio. «Episcopal» proviene de la palabra griega «epíscopos» que significa «obispo» o «supervisor».

El deseo de Enrique VIII de anular su matrimonio, algo concedido por el Papa como dispensa a otras personas de la época, fue la ocasión propicia, no la causa, para la independencia de Inglaterra de la autoridad papal.

Sí, la Iglesia Episcopal es Católica porque conserva y profesa los antiguos Credos y Sacramentos. La fe que enseña la Iglesia Episcopal no es otra que la fe católica. Ni más ni menos. Todas las enseñanzas son las de la Iglesia primitiva e indivisa.

La fe católica como la enseñamos los episcopales tiene que ajustarse a tres criterios: Las Sagradas Escrituras, la Tradición de la Iglesia y la Razón, iluminada por la fe.

Las Sagradas Escrituras contienen la esencia de la fe, hablan de Dios y revelan su plan de salvación. Por estas conocemos la voluntad de Dios, hecha carne en Jesucristo.

La Tradición es la comunicación y transmisión de la fe a través de los siglos. Nos ayuda a interpretar las Sagradas Escrituras para nuestra época, ya que nos revela el desarrollo y la práctica de la Iglesia a través de los siglos bajo la guía del Espíritu Santo.

La Razón, iluminada por la fe, nos ayuda a entender y aplicar en situaciones específicas la doctrina y práctica de la Iglesia. La Iglesia Episcopal fomenta en sus fieles el uso de la razón para explorar y comprender las obras de Dios y para tomar decisiones moralmente responsables.

El término «protestante» se usó en 1785 para distinguir nuestra iglesia de la iglesia de Roma y de la Iglesia Ortodoxa Oriental que también tiene obispos. Además, porque participó de la Reforma religiosa del siglo XVI y se ha identificado con muchos de sus postulados teológicos bíblicos. Pero esto no significa que somos simplemente una de las iglesias que surgieron de la Reforma. La palabra «protestante» no significa necesariamente lo opuesto de «católico», es ciertamente opuesto a «papista». De manera que podemos afirmar con todo derecho que somos católicos o también que somos católicos reformados.

La Razón, iluminada por la fe, nos ayuda a entender y aplicar en situaciones específicas la doctrina y práctica de la Iglesia. La Iglesia Episcopal fomenta en sus fieles el uso de la razón para explorar y comprender las obras de Dios y para tomar decisiones moralmente responsables.

El Anglicanismo llegó a Puerto Rico en el 1872 cuando bajo la dirección del Obispo W. W. Jackson, Obispo de Antigua, se estableció el trabajo de la Santísima Trinidad en Ponce. Unos años más tarde, se estableció en Vieques la iglesia Todos Los Santos bajo la misma jurisdicción. La iglesia San Andrés en Mayagüez fue la primera que comenzó trabajo en español en el 1907.

En 1901 se pasó a la jurisdicción de la Iglesia Episcopal de E.E.U.U. y se nombra al Obispo James H. Van Buren como diocesano. Luego, han sucedido en el episcopado los obispos Charles B. Colmore, Charles F. Boynton, Albert Ervine Swift, Francisco Reus-Froylán y David Andrés Álvarez, primer obispo electo en la Diócesis de Puerto Rico.

Éstas están contenidas en el Credo Apostólico usado en el Bautismo y el Credo Niceno usado en la Eucaristía. Además, creemos que todo lo necesario para la salvación está revelado a través de las Escrituras. El Episcopado histórico le da unidad y continuidad a través de los siglos. Así la unidad de la Iglesia se muestra en el culto, doctrina y ministerios tal como estos se encuentran en el Libro de Oración Común.

Creemos en un sólo Dios, quien se ha revelado como Creador (Dios Padre); como Redentor (Dios Hijo); y como Santificador (Dios Espíritu Santo). Esta es la doctrina de la Trinidad la cual los Credos afirman.

En Jesús vemos la única imagen perfecta de Dios y se revela la naturaleza de Dios como amor. Jesús, el Cristo, por su obediencia hasta el sufrimiento y la muerte, se ofreció al Padre íntegramente de una forma que nosotros nunca lo hubiésemos podido hacer; y así nos libró del dominio del pecado y la muerte y fuimos reconciliados con Dios. La resurrección es el Sí de Dios, a la proclamación del Reinado de Dios, hecha por Jesús de Nazaret.

Los Sacramentos son los actos externos y visibles realizados por Jesucristo en su Iglesia para darnos su gracia. Esta gracia perdona nuestros pecados, ilumina nuestras mentes, conmueve nuestros corazones, nos fortalece, nos sana y nos liga más íntimamente a Dios.

Celebramos siete sacramentos. El Bautismo y la Eucaristía se entienden como los dos sacramentos instituidos por Cristo.

En el Bautismo nos hacemos hijos e hijas de Dios y miembros de la Iglesia, y herederos del Reino de Dios. Es el sacramento de la iniciación cristiana, el acto de ingreso en la Iglesia de Jesucristo. El signo externo es el derramamiento de agua o inmersión en nombre de la Trinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La gracia interna es la nueva vida, la muerte al pecado y la resurrección con Cristo. El Bautismo es el nacimiento a la vida eterna. Los episcopales bautizan infantes, como lo hizo la iglesia primitiva. La Iglesia es la familia de Dios y, al igual que la familia terrenal, los padres y otros familiares se ocupan de la crianza hasta que sean bastante mayor para aceptar responsabilidad. La Iglesia Episcopal reconoce como válido cualquier bautismo con agua en el nombre de la Trinidad. Nunca rebautizamos a nadie. En caso de duda el Libro de Oración Común provee para la celebración del «bautismo condicional». Todas las personas bautizadas tienen el privilegio de participar de la Eucaristía y de recibir la Santa Comunión regularmente.

En la Eucaristía celebramos la presencia perpetua de Jesucristo y recibimos la gracia de su vida, muerte y resurrección hasta que Él vuelva. Este sacramento puede llamarse también la Santa Comunión, la Cena del Señor, o la Misa. El signo externo y visible es el pan y el vino. La gracia interna y espiritual es el cuerpo y la Sangre de Cristo. En la última cena Jesús dijo que cuando comemos el pan y bebemos el vino juntos debemos hacerlo en conmemoración de Él. La palabra que traducimos por «conmemoración» es el término griego «anamnesis» que significa «hacer presente». Los episcopales no tratan de explicar filosóficamente cómo se produce la presencia real de Jesucristo, pero por cerca de 2,000 años los cristianos se han reunido semana por semana, con la firme fe de que al participar del pan y el vino están en comunión con Cristo, con Dios y con todos los otros cristianos de todos los tiempos y lugares.

En la Confirmación el bautizado recibe la fortaleza de Espíritu Santo por medio de la imposición de manos del Obispo y así asume su ministerio laico dentro de la Iglesia. En la Iglesia primitiva el obispo bautizaba e imponía sus manos sobre los nuevos miembros y rogaba por los dones del Espíritu Santo, para que pudieran ser equipados por Dios para vivir la vida cristiana. Cuando las multitudes comenzaron a agregarse a la Iglesia, los obispos permitieron que los presbíteros bautizaran, pero reservaron la imposición de manos, la Confirmación, para ellos. Se espera que cada miembro de la Iglesia en algún momento de su vida comparezca ante el obispo, su pastor principal y sucesor de los apóstoles, para reafirmar su intención de vivir como cristiano y recibir la bendición cuando puede hacer su propia decisión de seguir a Cristo y renovar sus votos bautismales.

En la Ordenación los llamados al ministerio ordenado se les concede la autoridad y la gracia del Espíritu Santo mediante la oración e imposición de manos de un Obispo. En la confesión (pública o privada) se recibe de un sacerdote la declaración del perdón de Dios y la gracia Reconciliación de la absolución de sus pecados.

En el Matrimonio un hombre y una mujer se unen y reciben la gracia y la bendición de Dios para ayudarlos en su unión.

En la Unción se ungen con óleo o se imponen las manos a un enfermo para otorgarle gracia para su sanidad física y espiritual.

Le llamamos el Sacramento de la Reconciliación. Hay dos tipos: uno general, que se utiliza en la oración pública de la Iglesia; otro, que se hace en privado frente a un sacerdote. Este hay que pedirlo cuando se necesita ayuda para librarse de una culpa de la cual no nos sentimos perdonados. Muchas personas andan muy enfermas de cuerpo y la mente y nunca se sanan, porque la raíz es una culpa.

La Iglesia utiliza todos los medios a su alcance para enseñarnos algo de la verdad de Dios y los colores son una forma adecuada de hacernos entender algo de lo que está sucediendo durante las diferentes estaciones del año cristiano. Cada color simboliza la idea principal de la estación u ocasión que celebramos. El blanco significa la pureza y el gozo, y por tanto se usa en Navidad, Epifanía, Pascua, Trinidad, el Día de Todos los Santos y en otras ocasiones jubilosas como las bodas. El rojo tipifica el fuego y se usa en Pentecostés y en las ordenaciones como símbolo del Espíritu Santo. También representa la sangre, y se usa por consiguiente en las fiestas de los mártires. El púrpura (o violeta) es símbolo de la Penitencia y se usa durante la Cuaresma. El verde significa la esperanza y el crecimiento, y se usa a lo largo de las estaciones de Epifanía y Pentecostés. El negro, señal de luto, se usa en muchas iglesias en Viernes Santo. El azul se usa en el Adviento como señal de la esperanza del retorno del Señor.

El Sello:

Es ovalado, la forma más común de los escudos eclesiásticos. En el sello aparecen en forma abreviada las palabras latinas, Sigil. Episc. Port. Ric., significando «Sello Episcopal de Puerto Rico».

 

La Mitra Grande:

Aparece para significar que la autoridad de la Iglesia Episcopal, es el Obispo. El adjetivo Episcopal procede de la palabra latina «episcopus» (en español, Obispo).

 

Águila:

Aparece con sus alas extendidas entre dos mitras (el águila es el ave más común en lo heráldico, ciencia que versa sobre blasones o escudos). El Águila está como viendo a dos mitras.

 

Las dos mitras pequeñas:

Representan los dos episcopados, el episcopado de los Estados Unidos, del cual procede el de Puerto Rico.

 

Campo Rojo:

En la parte superior del escudo, que generalmente ocupa una tercera parte del mismo y que está separado del resto del escudo por una línea, es de color rojo, para significar la sangre de Cristo, mediante la cual se efectuó nuestra redención.

 

Campo Azul:

El resto del escudo es de color azul significando el mar e indicando el carácter insular de Puerto Rico.

 

Cordero Pascual:

Es de color plateado, indica la sede del Obispo en San Juan y la de la Catedral, ciudad y sede establecida en honor de San Juan Bautista.

La Biblia, también conocida como Las Sagradas Escrituras, está compuesta de los libros del Antiguo y Nuevo Testamentos.

Los Libros del Antiguo Testamento fueron escritos por el pueblo de Israel bajo la inspiración del Espíritu Santo y muestra a Dios actuando en la naturaleza y en la historia.

Los libros del Nuevo Testamento fueron escritos por la Iglesia bajo la inspiración del Espíritu Santo para dar a conocer la vida y enseñanza de Jesús y proclamar las buenas noticias del Reino a todos los pueblos.

Se le llama la Palabra de Dios, porque Él inspiró sus autores humanos y todavía nos sigue hablando por medio de ella. Entendemos su significado con la ayuda del Espíritu Santo. Este interpreta las Escrituras para que la revelación sea viva para el mundo de hoy.

Los Libros Deuterocanónicos, conocidos también como «Libros Apócrifos» o «desconocidos», no son canónicos. Los lee la Iglesia para ejemplo de vida e instrucción de buenas costumbres pero no los aplica para establecer doctrina alguna.

Hay mucha confusión con la palabra «Católico». Siempre se emplea ese título para designar solamente una de las tres grandes ramas de la Iglesia Católica que son: la Iglesia Ortodoxa, la Iglesia Católica-Romana y la Comunión Anglicana.

Las diferencias básicas que hay entre Anglicanos (Episcopales) y la Iglesia Romana son:

a. El Dogma de la Infalibilidad Papal: éste fue promulgado en el Concilio Vaticano I en el 1879 y no tiene base en las Sagradas Escrituras ni en la tradición de la Iglesia en los Concilios de la misma en los primeros siglos del cristianismo.

b. La Doctrina de la Transubstanciación: Es la doctrina del cambio físico de pan y el vino en la Santa Eucaristía al cuerpo y sangre de Cristo. La Iglesia Anglicana enseña la Doctrina de la Real Presencia de Cristo en los elementos del Pan y Vino consagrados pero sin un cambio en la materia ni substancia de los mismos.

c. Los Dogmas de la Inmaculada Concepción y la Asunción de la Virgen: Estos dogmas no tienen base bíblica ni en la tradición de la Iglesia en los primeros Concilios. Puede creerse como devoción privada, pero no creemos que sean necesarios para la salvación.

d. El celibato obligatorio: Durante el tiempo de la Reforma en el Siglo 16, la Iglesia de Inglaterra abolió el celibato obligatorio para su clero y deja esta vocación de vida a la decisión de cada cual, es decir, el sacerdote puede elegir si es célibe o casado.

e. La Ordenación de Mujeres al Sacerdocio y al Episcopado: Esto es materia de práctica y disciplina de la Iglesia, no de doctrina, al reconocer la completa participación en el Cuerpo de Cristo de todos los hijos e hijas de Dios, incluyendo el llamado a la ordenación. Nuestra participación en el Cuerpo de Cristo no es como «varón o hembra» sino como hijos e hijas de Dios.

f. La forma de gobierno de la Iglesia: En la Iglesia Episcopal el clero, laicado y obispos tienen amplia participación en el gobierno total de la misma. Se celebran Asambleas d feligresía para elegir a sus líderes, la Asamblea Diocesana con representación de todos y de igual forma a nivel internacional.

Sí. El Libro de Oración Común, provee celebraciones a la Virgen María y a los Santos mayores (de los tiempos apostólicos) y menores (de todas las épocas). Todas las oraciones se hacen a Dios en memoria del santo, para que nos ayude a imitar sus virtudes. Ellos son modelos de vida cristiana.

Es el libro que contiene todo el culto sacramental y la adoración de las horas del día y todos los ritos públicos usados en esta Iglesia. Contiene además el Catecismo y los Salmos. En el culto se expresa la unidad anglicana y la fe común. Tienen además, todos los leccionarios dominicales (Ciclos A, B y C) y diarios los cuales permiten una lectura sistemática y completa de la Biblia. En el Libro de Oración Común se expresa el principio anglicano: «Lex orandi, lex credendi», lo que oramos es lo que creemos.

La Biblia nos asegura que la voluntad de Dios será cumplida. Todos los efectos del pecado serán borrados y el mundo renovado según los deseos bondadosos de Dios. Esta visión de armonía y de alegría se experimenta en varios signos del reino: paz, justicia, amor y perdón. El mayor signo del Reino es la resurrección de Jesucristo, por la cual reconocemos la victoria de Dios sobre la muerte y el pecado. La resurrección es la promesa de que todos disfrutaremos del glorioso Reino de Dios.

Los laicos, por su Bautismo y Confirmación participan en el ministerio de la Iglesia, representando a Cristo en el mundo y proclamando el Evangelio de diversas maneras.

Los obispos son los pastores principales de su diócesis, velan por la fe, la unidad y la disciplina de la Iglesia; administran la Confirmación y Ordenación de otros cristianos para que continúen el ministerio de Cristo.

Los sacerdotes o presbíteros representan al obispo a nivel local, administrando los sacramentos, la bendición y absolución.

Los diáconos son los servidores de los necesitados. Ayudan a los obispos y a los sacerdotes en la proclamación del Evangelio y en la administración de los sacramentos.

Porque es el día señalado por la Iglesia desde los comienzos para celebrar la Resurrección de Cristo. En la Iglesia nos reunimos para escuchar su Palabra; gozar de su presencia, estudiar sus designios, reconocer su santidad; promover la hermandad, la paz, el amor, la igualdad, la libertad y la justicia.

Se puede rezar como práctica devocional privada, más no es parte de culto oficial de la Iglesia, al igual que el Vía Crucis.

La salvación es un don gratuito que Dios da a la humanidad por misericordia; la cual obtenemos por nuestra fe en Cristo. La fe va acompañada de buenas obras. La salvación es el comienzo de una vida nueva de acuerdo a la voluntad de Dios. La vida eterna es una nueva existencia en la que somos unidos con todo el pueblo de Dios, en el gozo de conocer y amar plenamente a Dios y unos a otros.

Se recogen las ofrendas como una expresión de nuestra gratitud con Dios y demuestran nuestra fidelidad y compromiso con la Iglesia al ayudar a sufragar sus gastos. Se espera que cada persona o familia haga una promesa de ofrenda de acuerdo a sus posibilidades. Se estimula el Diezmo como estándar para la mayordomía cristiana.

La posición doctrinal de la Iglesia afirma la intención vitalicia de la alianza matrimonial. Sin embargo, desde la Conferencia de Lambeth de 1888 se estableció la posibilidad pastoral de que «una vez que la relación matrimonial se ha destruido sin posibilidad de arreglo, el matrimonio mismo es como si hubiera muerto, las promesas se han visto frustradas y el vínculo roto». Desde la Conferencia de Lambeth en 1978 se concedió permiso para celebrar un nuevo matrimonio por razones pastorales cuidadosamente consideradas.

La posición Anglicana está interesada en la permanencia y sacramentalidad del matrimonio pero presta más atención a la actual situación entre esposo y esposa, buscando un recto equilibrio entre el respeto por la institución del matrimonio y el respeto por la persona.

Para la inmensa mayoría el proceso del divorcio es muy riesgoso y doloroso, la relación original está deformada y ahora es destructiva. Perder un(a) esposo(a) es como perder algo de uno mismo. Es un trauma profundo y violento que toma años en sanar y hay sentido de vulnerabilidad debido al sentido de fracaso que se siente. Los efectos en los hijos deben de ser considerados con mucha seriedad. La decisión la toma la pareja. Una vez hecha, le toca a la comunidad de la Iglesia dar a las personas divorciadas el amor, el cuidado y el apoyo que les permita superar su crisis y comenzar una vida nueva.

Es una responsabilidad moral de los esposos. Esto conlleva decidir: cuantos y cuando. Un buen matrimonio planificado provee un contexto de amor, confianza y estabilidad para permitir que los hijos crezcan aceptados, saludables y responsables.

No se acepta el aborto como una opción moral salvo en circunstancias excepcionales como el caso en que la vida de la madre esté amenazada, deformidad física o mental en el feto, y en caso de violación o incesto. Aún en estos casos, es también una opción moralmente aceptable el continuar con el embarazo. El principio de Santidad de Vida es relevante tanto al feto como a la madre.

Cada episcopal tratará de formar su vida según el modelo de la madurez de Cristo, luchando por la paz y la justicia entre todos, respetando la dignidad de todo ser humano. Se reunirá con la Iglesia para el culto comunitario y trabajará y ofrendará para la extensión del reino de Dios. El Diezmo (la décima parte de lo que recibimos) es la ofrenda normativa y se espera cada miembro lo acepte como práctica o meta.